El tsukemono es un encurtido japonés que consiste en col (repollo o berza) cortada muy fina y macerada en soja y vinagre. Se deja reposar cinco días y se usa como guarnición para acompañar el arroz hervido con verduras que se sirve como desayuno durante los retiros zen.
Cortar la col que se iba a preparar como tsukemono fue el trabajo consciente o Samu que durante hora y media al día estuve realizando en el Retiro Intensivo de Meditación de Monitores de Atención Plena, organizado por la Escuela de Atención Plena, que se celebró el pasado julio en el Monasterio Budista Luz Serena dirigido por el maestro zen Dokushô Villalba.
Tras las primeras resistencias a estar llevando a cabo esta labor de forma consciente, empecé a disfrutarlo. Me di cuenta que las primeras hojas de la col son verdes y están blandas, y que cortarlas muy finas (finísimas, más finas aún…) no resulta complicado. Es más, es una actividad placentera y monótona. También me di cuenta de que conforme vas llegando al corazón de la berza, la cosa se complica. Lo verde se torna blanco, y lo blando duro. Y el corte debe ser igual de fino (no, finísimo, más fino…), y debe hacerse como se venía haciendo con todo el vegetal, con el mismo cuchillo, las mismas manos y los mismos ojos.
Y mientras me enfoco en cada corte de la col, sobre la base del noble silencio durante el Samu diario, me doy cuenta de que un repollo tiene capas, que cortar y quitar las primeras resulta agradable, y que cuando llegas a las últimas, al centro o al corazón del vegetal, cuesta mucho más trabajo. Me doy cuenta que el tronco, el centro o corazón de la berza es lo viejo, lo que tiene más edad y tiempo. Es lo que se formó en primer lugar, durante sus primeros tiempos de vida. Me doy cuenta que las hojas verdes son lo nuevo, lo menos viejo, lo que tiene menos edad y se ha creado por la berza en los últimos tiempos. Y puedo observar también que el tronco, el centro o corazón, eso que me cuesta mucho más cortar en finas capas, es el que mantiene a las hojas unidas y la estructura del vegetal rígida y sólida.
Y concluyo que somos como una berza. Nuestra estructura (corporal y mental) está formada por capas nuevas, blandas y flexibles, de las que no cuesta desprenderse. Y también está formada por capas viejas, duras y rígidas, de las que resulta complicado desasirse. Y las capas viejas, duras y rígidas, son las que nos dicen cómo deben ser las cosas. Y las cosas son como son y, tanto si lo comprendemos como si no, siguen siendo como son, por mucho que nos resistamos.
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