El Estudio de Desarrollo de Adultos es un estudio realizado por la Universidad de Harvard cuyo objetivo fue conocer qué hace a las personas felices y saludables. En él se han analizado dos grupos de personas: uno compuesto por estudiantes de carrera de Harvard y otro por chicos de familias humildes. El estudio comenzó en 1.938 y se ha prolongado 75 años, durante los que han sido estudiadas dos generaciones de personas compuestas por los hombres elegidos, sus esposas y sus hijos. La metodología usada ha consistido en enviarles a los participantes, cada dos años, cuestionarios sobre su vida, cada cinco años analizar su estado de salud, y cada diez años realizar entrevistas en sus casas.
Una vez recolectada toda la información, el cuarto director del estudio Robert Waldinger y su equipo concluyeron que la felicidad y la salud “no tienen que ver con riqueza, fama ni con trabajar mucho. El mensaje más claro de todos estos años de estudio es: solo las buenas relaciones nos hacen más felices y más saludables. Punto”. En ese sentido, son tres las conclusiones a las que han llegado: la primera, que “las conexiones sociales nos hacen bien y la soledad mata”; la segunda, que no importa la cantidad de relaciones, sino “la calidad de las relaciones más cercanas”; y la tercera, que “las buenas relaciones no solo protegen el cuerpo, protegen también el cerebro”.
Waldinger concluyó durante la charla donde dio a conocer el estudio, que: “El que las buenas relaciones son buenas para la salud y el bienestar es una sabiduría vieja como el tiempo. ¿Por qué es tan difícil de entender y tan fácil de ignorar? Las relaciones son complicadas, y cuidar a la familia y a los amigos no es atractivo ni glamuroso. Dura toda la vida”.
La felicidad se ha convertido en un producto más de la sociedad de consumo, que se pretende adquirir y disfrutar de forma inmediata. Se presenta como un antídoto contra el malestar, el sufrimiento y demás aflicciones de la mente y el corazón. Se vende en películas, libros, anuncios, conferencias y talleres. Aunque por mucho que se pretenda, la felicidad y la salubridad no se adquieren con solo desearlas, ni a través de pomposos textos ni con varitas mágicas inexistentes, tampoco con esporádicos encuentros con otros, sino que, tal y como refleja este estudio, requieren de esfuerzo, trabajo y dedicación personal de forma continuada. Punto.
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